Que tener diabetes no sea algo distintivo en la escuela
Como cada septiembre, durante los primeros días de trabajo, las maestras y los maestros nos dedicamos a dejar lista el aula para cuando lleguen los niños, estamos inmersos en claustros, reuniones de preparación del nuevo curso, de traspaso de información... En una de estas reuniones, supe que uno de mis futuros alumnos tenía diabetes tipo 1.
Al principio, con todo el tsunami de información del alumnado que formaría el nuevo curso, no me paré a pensar en este niño. Pero poco a poco me fueron surgiendo preguntas, dudas, inquietudes e, incluso, miedos. Nunca había tenido contacto con ninguna persona con diabetes. Sí que tenía una idea general sobre qué era y qué significaba la enfermedad, pero poco después me di cuenta que no sabía nada sobre ella. ¿Quién debe pinchar a la criatura? ¿El profesorado tiene formación para hacerlo? ¿No es demasiada responsabilidad para los maestros? ¿Qué pasaría si nos equivocáramos en una dosis? En caso de emergencia, ¿qué deberíamos hacer? ¿Qué significa tener diabetes? ¿Cómo puede afectar al proceso de aprendizaje del niño o la niña?
Lo primero que hice fue llamar a la familia para concertar una entrevista. La familia respondió muy positivamente, y al día siguiente nos reunimos. Su madre me comentó cómo reaccionaba emocionalmente el niño en el momento del pinchazo, de hacerse el control de glucosa y de la comida. Le hice muchas preguntas y le pedí que, durante el primer mes, algún familiar viniera al aula a inyectar la insulina al niño para poder ver y aprender a hacerlo. Esta fue la primera de muchas charlas, formales e informales, con ellos, sobre todo con la madre. El contacto, el traspaso de información y comentar el día a día con la familia es algo fundamental.
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